El mecanismo más habitualmente empleado es la generación de un correo electrónico falso que simule proceder de una determinada compañía, a cuyos clientes se pretende engañar. Dicho mensaje contendrá enlaces que apuntan a una o varias páginas web que replican en todo o en parte el aspecto y la funcionalidad de la empresa, de la que se espera que el receptor mantenga una relación comercial. Si el receptor del mensaje de correo efectivamente tiene esa relación con la empresa y confía en que el mensaje procede realmente de esta fuente, puede acabar introduciendo información sensible en un formulario falso ubicado en uno de esos sitios web.

En cuanto a su distribución, también presentan características comunes:

De la misma manera que el spam, es enviado masiva e indiscriminadamente por correo electrónico o sistemas de mensajería instantánea:

El mensaje insta al usuario a pulsar sobre un enlace, que le llevará a una página en la que deberá introducir sus datos confidenciales, con la excusa de confirmarlos, reactivar su cuenta, etc.
Se envía como una alerta de una entidad financiera advirtiendo de un ataque. Incluye un enlace que se insta a pulsar y en el que se solicitan datos personales.

Dado que el mensaje se distribuye masivamente, alguno de los receptores será efectivamente cliente de la entidad. En el mensaje se indica que, debido a algún problema de seguridad es necesario acceder a una dirección web donde debe reconfirmar sus datos: nombre de usuario, contraseña, número de tarjeta de crédito, PIN, número de seguridad social, etc.

Por supuesto, el enlace no dirige a ninguna página de la compañía, sino más bien a un sitio web (similar al original) desarrollado a propósito por los estafadores y que reproduce la imagen corporativa de la entidad financiera en cuestión. Normalmente la dirección web contiene el nombre de la institución legítima por lo que el cliente no sospecha de la falsedad de la misma.

Cuando el usuario introduce sus datos confidenciales, éstos se almacenan en una base de datos y lo que ocurre a continuación no necesita de un gran esfuerzo de imaginación: los estafadores utilizan esta información para conectarse a su cuenta y disponer libremente de los fondos.
Los principales daños provocados por el phishing son:

Robo de identidad y datos confidenciales de los usuarios (tarjetas de crédito, claves de acceso, etc).
Pérdida de productividad.
Consumo de recursos de las redes corporativas (ancho de banda, saturación del correo, etc.).
¿Cómo puedo reconocer un mensaje de phishing?

Distinguir un mensaje de phishing de otro legítimo puede no resultar fácil para un usuario que haya recibido un correo de tales características, especialmente cuando es efectivamente cliente de la entidad financiera de la que supuestamente proviene el mensaje.

El campo De: del mensaje muestra una dirección de la compañía en cuestión. No obstante, es sencillo para el estafador modificar la dirección de origen que se muestra en cualquier cliente de correo.

El mensaje de correo electrónico presenta logotipos o imágenes que han sido recogidas del sitio web real al que el mensaje fraudulento hace referencia.

El enlace que se muestra parece apuntar al sitio web original de la compañía, pero en realidad lleva a una página web fraudulenta, en la que se solicitarán datos de usuarios, contraseñas, etc.

Normalmente estos mensajes de correo electrónico presentan errores gramaticales o palabras cambiadas, que no son usuales en las comunicaciones de la entidad por la que se están intentando hacer pasar.
Página clonada del Banco Cajamadrid en España y enviada masivamente por correo electrónico a varios clientes de dicha institución.